martes, 2 de octubre de 2012

Happy birthday to me!

Hoy es mi cumpleaños. Y es inevitable, mi cumpleaños. Tan inevitable como el paso del tiempo. Todos sabemos qué pasó en esta fecha en este país y para bien o para mal, el día de mi cumple siempre ha estado y estará ligado a lo que este día sucedió en Tlatelolco, cuando me celebraba mi familia el cumpleaños de mi cuarto año de vida.
"Toda la noche se oyeron pasar las sirenas...", es lo que acostumbraba comentar mi mamá con relación a esa fecha. Me atrevo a pensar que inclusive mi pensamiento político fué marcado por el hecho de haber nacido justamente en este día, quizá, puede ser...
Siempre digo que yo dejé de cumplir años a los 21. Porque la vejez, más que la muerte, me produce cierta aversión. Y no hablo tanto de la vejez como el hecho de deteriorarse físicamente (de hecho mi salud es hoy en día mucho mejor a la que tenía a los 21) sino de la vejez como un anquilosamiento mental, como una forma de caducar, como una forma de conformarse y de resignarse. Eso me horroriza. Y siempre que pienso en este tema, recuerdo un cuento maravilloso del entrañable Juan Carlos Onetti, "Bienvenido, Bob" , que resume este sentimiento de miedo que me produce esta forma de caducidad de el alma, de la mente y del deseo de vivir.
Cuando sufrí de esa enfermedad llamada adolescencia, pensaba muchas cosas acerca de cómo sería mi vida como adulto. Básicamente pensaba que mi meta máxima tendría que ser aparecer en las enciclopedias, tan impresionantes que me parecían entonces, como los contenedores supremos del saber humano. Me imaginaba muchas otras cosas, unas lógicas, como pensar que me dedicaría a las letras (materia pendiente, pero posible) y otras atroces, como tener la "certeza" de que iba a morir a los 40 años. Otra cosa de la que yo me ufanaba estar segurísimo desde que tenía 12 años, era de que iba a tener un solo hijo en mi vida y que ese hijo se iba a llamar Pablo. (Si de la misma manera me hubiera esforzado para conseguir realizar todo lo demás, otra hubiera sido mi historia...)
La verdad es que mirando mi vida en retrospectiva, me gusta. Me gusta lo que he vivido y cómo lo he vivido. Por supuesto que sé que he tomado tomado decisiones  equivocadas que seguramente me han llevado por caminos oscuros y sinuosos, pero también sé que yo no sería la misma persona si no hubiera recorrido esos senderos. En una palabra, me gusta la clase de persona en la que me he convertido gracias a la vida que he vivido. Y lo más emocionante es que miro al horizonte y adivino más vida por venir, más vida que estoy dispuesto a vivir tan intensamente y quizá más intensamente que la que he vivido hasta hoy.
No estoy satisfecho, pero estoy contento. Y metido de lleno en esta obra en progreso que es mi existir.