viernes, 2 de noviembre de 2012

Una cena formidable. Como todas.

Locro. Es el nombre del platillo. Es una especie de pozole, pero en vez de maíz lleva alubias y en vez de ser rojo (jitomate) o blanco (no sé de qué diablos) se hace con zapallo (zapasho, en argentino) es decir, calabaza. Eso cenamos hoy. Ha sido una delicia ante la cual Anthony Bourdain, Gordon Ramsay o Paulino Cruz se pondrían de rodillas en el piso y harían reverencias. Pero esos pendejos no saben que es el locro. (Bueno, igual y Paulino sabe.)
Lo acompañamos con un vino tinto barato, muy barato y muy bronco, pero pegador, que es lo importante. ¿El motivo? Era el guiso preferido de mi suegra Ana. Y bueno, hoy es día de muertos.
Marina me enseñó una foto de Ana joven. ¿Qué puedo decir? Toda una belleza italiana, ojos enormes y dulces, piel clara, cabellera de azabache, rasgos hermosos y sensuales. ¡Cuánto me hubiera gustado conocerla! Ana murió hace ya bastantes años y hoy es día de muertos acá en México, por eso la cena ha sido en su honor.
Doña Ana tuvo un varón de un primer matrimonio y a Marina de un segundo. Marina, es esta mujer de la que estoy a merced. Yo no creo en fantasmas, pero una carta que me envió mi pelirroja (contandome lo mucho que extrañaba a su mamá) por internet cuando apenas nos conocíamos, me dió la certeza de que ella era la mujer de mi vida. La que había estado yo esperando todo el tiempo. Desde entonces Ana ha estado brindandonos su bondad y su protección. Marina está cierta de eso y yo, aunque no creo en espiritus, ante la evidencia tengo que estar de acuerdo con ella.
De lo que estoy seguro es que a Ana no le disgusto. Ha criado a Marina con tanto amor y con tanta devoción, que no dejaría que cualquier imbécil compartiera la vida con ella. Y aunque yo sé que soy a veces bastante imbécil, algo bueno debo de tener, segurísimo, para que ella me haya dado su bendición y su consentimiento para amar a su única y preciada hija.
De postre comimos helado de nuez con almendras y más vino barato y pegador. También resultó fenomenal. En mi familia nunca tuvimos esa hermosa costumbre de conmemorar este día, ni de hacer altares y ofrendas. De hecho, en mi familia materna hemos tenido pocos decesos, mis abuelos, un tío que murió trágicamente, nada más. y esos decesos tienen más de 20 años todos. Pero este día y esta cena me han gustado muchísimo porque aunque no se mencionó más que en el brindis inicial, ha sido una cena dedicada a doña Ana, para recordarla y agradecerle por todo. Yo en particular le doy las gracias por esta pelirroja que habla en argentino y que tiene los ojos más dulces e infinitos que he contemplado en mi vida.

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